Abro una frase inacabada, para encontrar un espejo enterrado entre las notas pasajeras de una canción que nunca logré terminar. Una frase llena de quisiera y me gustaría, escrita en un pretérito pasado y acabado. Hace mucho tiempo dejé de sentirme importante. Era hijo de alguien y pertenecía a una idea que no salía de mi cabeza. Tal vez sea hijo de la revolución, esa que grita en los oídos del ser humano, del ser que siente, del ser que no está solo. Y le pido a mi dios que no me deje morir sin antes haber visto a la gente de mi tierra levantarse y no callar más. Le pido a mi dios, mío e inventado por que el dios de los demás no me escucha y no me habla. Mi dios que nunca me ha dado la espalda y no me ha escupido por amar.
El dios que me deja perderme en los cuadros de Frida, en los murales de Diego, en las palabras del Che, en los textos de Galeano, en las canciones de Mercedes y Violeta...Soy hijo de la sangre indígena, hijo de un pueblo que lucha y que asoma su cabeza por sobre las batallas que separan a sus retoños. Hijo de una mujer de una hombre, del amor y del conocimiento, hijo de una historia y una lucha, hijo de mí América
El dios que me deja perderme en los cuadros de Frida, en los murales de Diego, en las palabras del Che, en los textos de Galeano, en las canciones de Mercedes y Violeta...Soy hijo de la sangre indígena, hijo de un pueblo que lucha y que asoma su cabeza por sobre las batallas que separan a sus retoños. Hijo de una mujer de una hombre, del amor y del conocimiento, hijo de una historia y una lucha, hijo de mí América